Fran Escribá ha aceptado volver a la entidad franjiverde, y lo ha hecho en una situación deportiva difícil de asumir, pero que como el propio técnico ha reconocido: “no podía decir que no al Elche por el cariño que le tengo”. Hace bien el preparador en evitar que su vuelta sea considerada una segunda parte de la, recordada por todos, anterior etapa con un ascenso a la Primera División y dos permanencias consecutivas en la misma. Un hecho que le encumbró en la entidad blanquiverde y entre una afición acostumbrada al desengaño deportivo durante décadas.
Luego llegó el mazazo del descenso administrativo, y con éste, su salida del club. Quedó la sensación de un proyecto hecho añicos en el momento cumbre, en el que existía la certeza de la total simbiosis entre un entrenador con poca experiencia, pero con mucha hambre de éxito y un club histórico que volvía a ser respetado y admirado casi de manera inesperada, ya que hasta ese momento, observaba sus mayores hitos deportivos y días de gloria en un pasado cada vez más lejano.
A Escribá el crédito de los éxitos en el Elche C.F. le valió para tres aventuras más en la categoría de oro nacional. Tuvieron sus luces, como la clasificación europea con el Villarreal o la permanencia con el Celta de Vigo, y también sus sombras, que le habían relegado en este casi último año y medio al ostracismo deportivo en el que se hallaba hasta esta pasada semana en la que ha vuelto “a su casa”.
Existen certezas universales a estas alturas del cuento que están sobradamente demostradas en el mundo del deporte. Decía Jorge Valdano que “el fútbol es un estado de ánimo”. Y ese ánimo ha subido mucho en todo el entorno. De eso parece que ha servido su reciente fichaje por la escuadra ilicitana. Y de una ilusión para la afición a la que se le estaba atragantando una temporada que estaba llamada a ser la más ilusionante de los últimos años.
Por ello, y a la espera de los resultados deportivos, la vuelta de Escribá como hijo pródigo de la ciudad en la que tantos éxitos obtuvo, y su aparición en un momento deportivo tan delicado únicamente le ha faltado hacerlo por la playa del Tamarit en un arpón con una leyenda en la que pudiese leerse “Sóc per a Elig”, y que en la consueta que le acompañase, en lugar de la representación del Misteri, traiga consigo bajo el brazo la receta para obrar el milagro de la permanencia en la Primera División.