Estos versos sueltos bien podrían rezar así en el histórico himno creado por Pepe Marcos si nos atenemos a las circunstancias actuales, en las que paradójicamente el club ilicitano está viviendo una época dorada. Junto al hito extraordinario del épico ascenso a Primera División, hay que unir el prometedor inicio de curso entre los más grandes del fútbol español. Todo ello, aderezado con la venta previa del club a un inversor extranjero, que mucho catalogaron como el principio del fin de una entidad cercana al centenario.
En cuanto al plano institucional, la llegada de Christian Bragarnik ha supuesto una estabilidad a la que estábamos poco acostumbrados en los últimos años, y la sensación de que, como toda empresa que quiere prosperar, se ha rodeado, en las áreas decisivas, de profesionales que cumplen de forma solvente con sus tareas para el beneficio único de la entidad. Unos que estaban, y otros que han llegado de la mano de la nueva propiedad, todos necesarios para llevar a cabo el fin del nuevo proyecto, que no puede ser otro que mantener al Elche Club de Fútbol en la élite, y quién sabe, si afrontar retos inimaginables hoy, en un futuro próximo. Del futuro más lejano ya veremos, ningún empresario ilicitano que hubiera cogido las riendas del club podría asegurar tampoco que fuera a ser más halagüeño.
Disfrutemos del ahora, sin que el incierto porvenir lastre ni un ápice la ilusión de ver a la franja en los estadios más laureados de la máxima categoría del balompié de nuestro país. Eso sí, por la televisión. Enseñanzas y circunstancias de la pandemia.
Pasemos al milagro deportivo en tiempos del COVID19. Nadie podía adivinar aquel lejano, más en nuestras cabezas que en el propio calendario, 1 de marzo de este fatídico año, cuando visitó el Martínez Valero el Numancia de Soria, un juguete roto en manos de un equipo arrollador, que alcanzaba su zenit deportivo en el momento oportuno para afrontar los últimos meses de competición con un cambio de objetivo que, para el propio Pacheta, era ya imposible disimular. Las sensaciones que dejaba el equipo, unido a las incorporaciones del mercado invernal, hacían presagiar que en la cúpula del club se apostaba por intentar ascender en una temporada prematura, casi diseñada sin atisbar esa posibilidad ni por remota casualidad.
Fue el momento en el que, sin saberlo, la mayoría de los ilicitanos íbamos a ver a nuestro equipo in situ por última vez, sin que aún hoy sepamos cuando lo volveremos a hacer. Otros pocos tuvieron la suerte de alargar esta circunstancia una semana más. En Vallecas, en otro recital franjiverde, y luego la nada…
Meses de incertidumbre para la vuelta del fútbol con la esperanza, más por corazón que cabeza, de que cuando se produjera, el equipo iba a seguir igual que antes del parón. Más de cien días pasaron y con diez minutos fue suficiente contra el Extremadura, en la reanudación del campeonato, para ver que no iba a ser así. Los partidos sucesivos seguían siendo un quiero y no puedo. La mayoría de la afición aceptaba resignada, pero el equipo no daba para más. El confinamiento no había sentado bien al grupo, posiblemente el más en forma de la Segunda División antes de tal circunstancia, y así había que digerirlo. Pero algo se nos escapó a los que no estábamos dentro de ese vestuario.
José Rojo Martín y sus guerreros consiguieron revertir la situación con una fortaleza mental que debería ser digna de estudio, no sólo a nivel deportivo sino a nivel humano. Milagros propios y ajenos fueron sucediendo: el gol de Pere Milla contra el Oviedo en la recta final; las dos semanas de incertidumbre por el “caso Fuenlabrada”; el penalti de Beauvue con pasaporte automático al playoff para los ilicitanos; la expulsión temprana de Jonathas en la ida contra el Zaragoza que duplicó el esfuerzo del resto; el gol de Nino y el penalti parado por Edgar Badía en La Romareda.
Y llegó la final de las finales en Montilivi, estadio que aguardaba para la historia blanquiverde el ascenso tras el gol sin posibilidad de réplica, por parte del Girona, de un irregular Pere Milla que personificó por su persistencia durante la temporada el esfuerzo colectivo para conseguir la machada. Todo ello, junto a otros milagros menores, dieron con el ansiado premio a finales del mes de agosto sin tiempo material para la planificación de una temporada en lo más alto.
La dura decisión de la no continuidad de Pacheta, a buen seguro difícil también para el propio Bragarnik, que tuvo la enorme decencia de comunicársela al propio entrenador sin esperar al desenlace deportivo, aún hace más extraordinaria la hazaña conseguida.
El elegido para sustituirle, Jorge Almirón, un absoluto desconocido por estos lares. Un entrenador de éxito en Sudámerica, pero que en la primera rueda de prensa como entrenador del Elche C.F. transmitió cierta indiferencia, acostumbrados, como estábamos, a las jugosas declaraciones del ya ex técnico ilicitano de Salas de los Infantes.
Ese cambio de rumbo en la dirección técnica unido a un debut en la máxima categoría desilusionante, con un equipo a medio construir y una severa derrota contra la Real Sociedad, provocó que el desánimo azotara de nuevo a la afición. Surgían muchas dudas acerca de la confección de una plantilla competitiva en Primera División, pero que por las circunstancias especiales que atravesamos, podía adivinarse poco apetecible para jugadores de nivel.
Llegaron los fichajes y los puntos en el casillero, antes del primer parón liguero por compromisos internacionales, casi sin saber de dónde han llegado ni esos fichajes ni esos puntos, pero aquí están, y todos ellos ya se quedan. Y esa victoria de prestigio en Mendizorroza, con una transformación del equipo y una adaptación sorprendente de las nuevas incorporaciones, todo ello junto a la importante colaboración del “núcleo duro” de jugadores que siguen de la plantilla del ascenso y que, el técnico Almirón, no dudó citar uno por uno en sus declaraciones tras el partido.
Resulta increíble cómo este Elche C.F. de la era de la pandemia lleva ya un tiempo transformándose para sentirse cómodo en esta extraña y nueva normalidad. Una nueva normalidad que sólo nos permite a los aficionados ser testigos de ello a través de la televisión, sin poder disfrutarlo en el estadio. A veces da la sensación de que todo parece un sueño, nos frotamos los ojos, y dudamos, en ocasiones, de si todo lo que ocurre desde aquel último partido del equipo junto a su afición es realidad o ficción.
Ojalá esta dichosa pesadilla que vivimos esté más cerca que lejos de acabarse y dejarla atrás, pero que el nivel de nuestro equipo en la pandemia dure mucho más tiempo. Mucho Elche.
Felicidades David,unos de los mejores post que e leído últimamente, disfrutemos del buen momento futbolístico,ya nos merecemos algo así dure lo que dure.felicitar a los jugadores directivos y aficionados todos a una .mucho Elche, gracias
Gracias! Mucho Elche!
Enhorabuena David. Acabo de leer el mejor artículo sobre el Elche c.f. en muchos años, a la altura de lo mejor de Santiago Gambín en sus libros. Entre tanta mediocridad en la prensa local, da esperanza encontrar un texto que expone opiniones claras sin decir una cosa y lo contrario. Y sin faltas de ortografía. Mucho Elche.
Muchas gracias por tus palabras. Mucho Elche!
De antemano pido perdón por mi desconocimiento general de fútbol.En tu “poema”¿ haces referencia a los nacidos en la Algueña ?,lo digo por que un periodista de tu calado no puede permitirse tener dos faltas de ortografía en un gentilicio.Anda que escribir halagüeño en lugar de algueñero,vamos y vamos.
Que no que es broma saludos de tu fan 57 (Santi).