• Tras más de medio siglo se presenta la oportunidad de soñar con repetir el mayor hito de la centenaria historia del equipo ilicitano

Mañana el Martínez Valero se convertirá en el templo del que todo el planeta fútbol estará pendiente. No es para menos. Visitará el coliseo franjiverde el flamante ganador de la Supercopa hispano-arábica, con todo el respeto para el campeón, aunque así parece que la gesta haya sido mucho más meritoria. Para muchos ya nos conformábamos con que simplemente fuera, como toda la vida, el de la Supercopa de España. Y así parecería más terrenal. Pero ese no es el tema y tal, como diría Luis Aragonés.

Que duda cabe que recibir al todopoderoso Real Madrid ya es motivo de celebración, y ello unido al gran momento por el que está atravesando el Elche Club de Fútbol en el campeonato liguero, aún provoca mayor sensación de que lo ocurra mañana quedará en el recuerdo como un día de fiesta, en medio de las obligaciones semanales por alejarse de la zona roja de la tabla.

Las posibilidades de superar esta ronda de octavos de final decrecieron cuando se realizó el sorteo, por la entidad del rival, pero de una forma inversamente proporcional crece la ilusión que provoca en la afición del Elche C.F. ver la coincidencia que tan distinguida visita sea en el mejor momento de la temporada de su equipo. Y esto último no debe ser baladí.

Porque esta vez el cuadro ilicitano no debe ser el que recoja la vajilla, friegue los platos, y apague las luces de la sala cuando acabe la velada. Vencer a un grande es una asignatura pendiente, y no hay mejor oportunidad que la que se presenta mañana. Las fuerzas están más igualadas que nunca. El retorno de Arabia Saudí con la resaca de haber sido el vencedor hace escasos días, las importantes ausencias que la convocatoria blanca revela para el partido, y todo ello, unido al esplendoroso ambiente que se va a vivir en las gradas, y a un equipo que se está haciendo grande de a poco en la élite, pero con paso firme, deja la balanza muy equilibrada. Afición, desequilíbrala. Porque es el momento, nuestro momento. Con el centenario a la vuelta de la esquina no habría mayor romanticismo para la historia de este pueblo que volver a ver la posibilidad de que su equipo está más cerca de llegar otra vez a la final.

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